La Habana, Cuba. – Si el titulado candidato libertario Javier Milei calificó hace poco el balotaje presidencial argentino como “la elección más importante del país en el último siglo”, no es porque suponga un salto de calidad de lograr él la victoria. Y es que si la consuma, puede convertirse en uno de los más grandes disparates políticos en la historia nacional.

Sería llevar a la Casa Rosada a quien muchos califican como un inepto prepotente y místico, cuyo único pretendido mérito ha sido capitalizar mediáticamente el descontento popular con la gestión difícil pero incompleta del gobierno de Alberto Fernández, que no pudo saldar la herencia económica y social nefasta de la gestión de su predecesor, el derechista Mauricio Macri.

Una espiral donde las angustias acumuladas llegan a pesar más que el análisis sereno.

De razón y cuentos

El titulado “fenómeno político Javier Milei», no es, por cierto, algo inédito. Figuras de su corte y talante ocupan espacios cuando las frustraciones masivas no encuentran remedio ni respuestas, y el discurso pretendidamente diferente y radical de oportunistas y obsesos encuentra entonces terreno fértil para subvertir todo, hasta la lógica y la razón.

Así, la obra destructiva de la derecha y las incapacidades de la izquierda o su conversión en una burocracia inoperante y hasta corrupta, impulsan el desencanto a extremos tales que cualquier pancista se eleva a la categoría de redentor armado de una demagogia incendiaria que encuentra eco en almas descreídas y agotadas frente a la falta de cambios positivos y concretos.

Es, sin dudas, una lección política clave e insoslayable de la historia.

Lo que puede venir

Ciertamente, cada quien debe ser libre de elegir, lo lastimoso es que la exaltación ciegue las entendederas. Y en el caso de Argentina, un gobierno tituladamente “libertario” huele a desmadre.

Con Javier Milei se aboca la ruina de la institucionalidad, las Malvinas serían un episodio perdido, los asesinatos masivos de las dictaduras militares fueron apenas malos sueños, y la economía apunta a la desnacionalización y el caos.

Es más, en materia exterior se habla de ruptura con Brasil y China por presuntos regímenes comunistas, dos de los pilares claves en el comercio exterior argentino. A lo interno todo apunta al extremismo social y al sálvese quien pueda, mientras la burda demonización del presente de “castas inútiles” se agita como bandera para acceder a la debacle que se dice mesiánica.