Resulta difícil desligar la vida de Amalia Simoni Argilagos de la de su amado esposo Ignacio Agramonte Loynaz.

Nacida el 10 de junio de 1842 en el seno de una familia acomodada del otrora Puerto Príncipe, por línea paterna descendía de italianos y por la materna de españoles. Bonita, inteligente y de gran personalidad, Amalia era una ferviente patriota que ansiaba ver libre a su Patria.

Ignacio y ella iniciaron relaciones de noviazgo en el verano de 1866, cuando el joven abogado estaba de vacaciones en su ciudad natal y contrajeron matrimonio dos años después.

Se casaron en la Iglesia de nuestra Señora de La Soledad y casi pasaron su luna de miel en la manigua, pues Ignacio se incorporó enseguida a la guerra.

Una esposa valiente

Amalia Simoni también emprendió el camino de la insurrección y se instaló en las proximidades del campo de batalla. De la unión de ella e Ignacio Agramonte nacieron dos hijos: Ernesto y Herminia, a la que el padre no pudo conocer.

Luego Agramonte, que para entonces era un respetado jefe militar, marchó a la Sierra de Cubitas. Tiempo después la pareja tuvo que separarse definitivamente. “La esposa de un soldado tiene que ser valiente”, le dijo Amalia a su marido, a modo de despedida.

En una ocasión, en plena guerra, se le pidió a la joven esposa que le escribiera a Ignacio pidiéndole que abandonara la lucha. Su respuesta fue categórica: “Primero me dejo cortar una mano antes que escribirle a mi esposo para que sea un traidor”.

Al hacérsele imposible su permanencia en Cuba, Amalia emigró a Nueva York donde nació su hija Herminia.

Amor a la Patria y a la familia

Si durante el noviazgo con Amalia, cuando el joven Ignacio Agramonte estudiaba o trabajaba en La Habana, el intercambio epistolar entre ellos fue inmenso, durante la guerra alcanzó trascendencia perdurable en el tiempo.

En Yucatán, México, Amalia conoció de la caída en combate de su amado compañero y dejó una frase de hondo amor a la patria y a la familia: “Parece que cuando una tiene hijos ama más la libertad”.

De vuelta a los Estados Unidos recaudó fondos para la  lucha, actuando como soprano en funciones benéficas. Amalia Simoni se opuso tenazmente a la Enmienda Platt y rechazó ayuda económica por ser la viuda de El Mayor.

Murió en La Habana a los 73 años, el 23 de enero de 1918. Sus restos reposan en Camagüey, cerca de sus padres y donde cayera su Ignacio.