Santa Clara, Cuba. – Mi vecina Ire me alegra la vida con su risa contagiosa que recibo desde la tapia que separa nuestras viviendas. Es una suerte compartir su bondad y saber que podemos contar siempre con ella y su esposo si fuera necesario

Sin embargo, por estos días anda más silenciosa y la imagino cansado por tanto trabajo, además de preocupada como muchos cubanos por la situación epidemiológica que vive el país.

Y es que Irelsi Monteagudo Rodríguez es una de esas valientes cubanas que se enfrentan cara a cara con esta enfermedad. Ella lo hace desde el laboratorio de microbiología del Hospital Militar Manuel Fajardo de Villa Clara.

Allí realiza su labor con responsabilidad extrema, pues sabe cuánto depende de ella y sus compañeros detectar el maldito “enemigo” que tantas vidas ha cobrado en el mundo.

Junto a Ire y a la par: Nilda, Dulce, Olga Linnet, Adrián, Minerva e Isabel con la Doctora Yaumara al frente, colectivo que asume además todas las medidas indicadas para protegerse y evitar la propagación de la Covid-19.

Irelsi con su hija y su nieta

Ire celebró hace muy pocos días el nacimiento de Natalia, su primera nieta, pero desde que regresó de su natal Vueltas no ha visto más ni a la bebé ni a su hija, -lógico que esto pase -y solo pueda disfrutar de la pequeña a través de WhatsApp.

Junto a ella aquí en Santa Clara, su esposo José Javier asume la retaguardia. Por eso cuando Cuba venza la epidemia, saldrá rápido hacia Vueltas para darle a ambas el beso que ahora flota en el aire.

Y pido aplausos para mi vecina, aunque ella bien sabe que cada noche a las 9, muchos se los tributan desde cualquier punto del territorio, pues figura entre esos valientes que hoy se afanan por ayudar y poner fin a esta triste realidad que impone la pandemia. Héroes anónimos que al conocerlos hacen latir con más fuerza cada corazón.

Colaboración de María Elena Carrillo Aguilar, Estereocentro Santa Clara