Como antes pasó con Cuba en otro contexto, ahora Venezuela está en la mira de Estados Unidos, que no se esconde para proclamar su intención de acabar con el chavismo, con todas las opciones sobre la mesa.

Desde la llegada al poder de la Administración trump, que casi coincidió con la ola derechista en Latinoamérica, ha arreciado la hostilidad hacia la Revolución Bolivariana, sin respeto alguno por el Derecho Internacional.

La espuria autoproclamación presidencial de Juan Guaidó, un político prácticamente desconocido, significó el colofón de un enfrentamiento cuyo sesgo ideológico Washington trata ahora de encubrir con una supuesta emergencia humanitaria.

Y uno se pregunta cómo es posible que se proclame a los cuatro vientos una ayuda humanitaria por 20 millones de dólares por el mismo gobierno que antes confiscó miles de millones venezolanos.

Manzana envenenada

La cacareada ayuda humanitaria ha sido calificada por el legítimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, como un show mediático que sirve de pretexto para propiciar una intervención militar de Estados Unidos.

Y Maduro lo dice porque sabe que esa es una ayuda envenenada, tan envenenada que no la aceptan ni Naciones Unidas, ni la Cruz Roja Internacional, ni la organización de la Iglesia Católica Cáritas.

Es difícil ocultar los fines políticos de esa cándida promesa de la que tanto habla Éliot Abrams, el enviado especial para Venezuela nombrado por Trump después de haber sido condenado en los ochenta por el escándalo Irán-Contras, pero indultado por Bush padre.

Estados Unidos está moviendo tropas alrededor de Venezuela y la sombra de una invasión está en el aire, pero ese sería un error como el que ya cometieron con Cuba.