Hace 60 años Cuba fue declarada Territorio Libre de Analfabetismo. El heroísmo de miles de jóvenes que llevaron las letras y el saber a todo lo largo y ancho del país es una gesta para rememorar siempre. Desde entonces el programa político de la Revolución ha puesto al sistema educativo como una de sus máximas prioridades y garantiza que no quede un solo cubano desprovisto de este humano derecho. Como justo homenaje a estos héroes que aportan todo su conociemiento a la sociedad, Radio Reloj presenta esta entrevista realizada a Lesbia Cánovas y Jennifer Bello. Dos generaciones de maestras que desde sus perspectivas contribuyen a lograr una mejor educación en las aulas cubanas.

¿Lesbia cómo fue enfrentarse a la tarea de alfabetizar en 1960?

Siempre mi sueño fue ser maestra y tuve la gran oportunidad cuando tenía 13 años que se convocara la gran Campaña Nacional de alfabetización. Fue un momento un poco complicado porque yo era asmática, mi familia trató de protegerme, por eso alfabeticé en Camagüey, en una cooperativa cañera donde ellos trabajaban. Era un lugar interesante porque como territorio cañero había muchos haitianos y descendientes de haitianos, que vivían en barracones. Y esencialmente teníamos que alfabetizar a esos haitianos y también a campesinos. Esa fue la primera realización de ese sueño de ser maestra.

Siempre digo que los alfabetizadores aprendimos más que los alfabetizados y eso les resulta algo curioso sobre todo cuando uno conversa con los jóvenes.

Con el manual y la cartilla fuimos conociendo propósitos de la Revolución, empezamos enseñando las vocales O-E-A son las vocales fuerte, pero ¿qué nos estaban transmitiendo? Le explicábamos y aprendíamos nosotros que era la OEA, y fuimos incorporando junto a nuestros alumnos no solo la vida de ellos y los trabajos voluntarios con ellos, sino comprender el mundo al que pertenecía nuestro País.

No estuve en los lugares más intrincados y complicado cómo vivieron los que estaban en el Escambray donde estaban las bandas o con la propia Sierra Maestra.

Sin embargo no deja de ser un hecho heroico el haber enfrentado eso con 13 años.

Fue la proeza de un pueblo. Fue un pueblo entero, un ejército de alfabetizadores. No se calcula el compromiso que el pueblo, ya en el año 61, tenía con la Revolución y la importancia que tradicionalmente el pueblo cubano y en los campos le daba a la educación.

Hablemos de su papel como investigadora.

Yo he tenido un recorrido profesional muy variado, desde directora de internado hasta trabajar en la universidad Enrique José Varona y dirigir el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas.

A mí me gusta mucho la idea martiana de: “poner la ciencia en lengua diaria es un bien que muy pocos hacen” y me maravilla todo el movimiento que está generando nuestro presidente Miguel Díaz-Canel. No se puede transformar la realidad sin ciencia.

Todo el tiempo he tenido la costumbre de querer entender el lugar al que pertenezco, la institución donde me ubicaron; conocer las personas, sus costumbres.

Digo que el maestro es la persona que más puede crecer cuando oye, cuando no se coloca en un podio creyéndose poseedor de todo el saber,  sino sabiendo que el saber lo construimos entre todos.

Somos herederos de un saber de la humanidad y nuestras ideas son el resultado de nuestra interacción con la realidad, por eso es tan importante desarrollar, especialmente en el maestro, la capacidad de la observación; los ojos de un estudiante son para mí un semáforo.

Por suerte hoy la neuro-ciencia, la neuro-educación y la neuro-pedagogía, nos han demostrado que el conocimiento entra por las emociones y esa es la labor principal del educador. Usted no educa con los conocimientos solamente, usted educa con la dinámica de la interrelación con el ser humano.

Quizás eso es de las cosas que nos falta. Evitar atropellar los conocimientos y tratar de llegar realmente a los alumnos.

Usted no va a educar si usted no emociona. He sido tan privilegiada que eso lo puedo comprobar cuando dirigía el Palacio Central de pioneros Ernesto Guevera, los niños decían que en el Palacio aprendían mucho de todo y jugando.

Por eso yo digo que los maestros jóvenes actuales tienen un reto muy superior a mi época. Una educación masiva, sin que el ejercicio de la profesión motive, porque hay mucha exigencia y realmente no hay una verdadera estimulación (no solo material) y atención al trabajador de la educación en particular; y se ha ido deteriorando la imagen social del maestro y de la escuela. Por eso yo pido siempre que conversen con los maestros jóvenes que hay muchos que aman el magisterio, que son magnificados maestros y soñadores que enardecen a sus alumnos.

Cuando yo contacté con usted para comenzar a planificar esta entrevista, usted me insistió en la importancia de contar con las nuevas generaciones. Me decía “ya no tengo nada más que decir”, pero usted tiene mucho que decir aún. Sin embargo hoy tenemos a esa nueva generación representada en Jennifer y hablando de sueños, no soñados, llegamos 5 años después, Jennifer, de haberte graduado en la especialidad de Pedagogía-Psicología Cuéntame desde tu experiencia, desde tu posición como joven. ¿Cómo ves estos retos a los que se refería la doctora?

Cada vez que tengo estos espacios de intercambio yo siempre digo que soy de la generación del período especial en Cuba. Y eso marca como generación para muchas cosas. En el desarrollo de uno como persona y en la materialización de proyectos y de planes; de abuelos como Lesbia que constantemente te están comparando dos épocas y para llevarte a cómo uno tiene que defender cosas porque ellos no lo tenían y entonces la Revolución en sí misma fue la materialización de sueños que jamás pudieron habérselos recreado. De unos padres que tuvieron una infancia a plenitud, con una construcción de proyectos de vida en su juventud que lamentablemente tuvieron que haber sido postergado (los padres de mi generación son de la década entre el 60 del 70) Entonces, fíjate cuántas generaciones hoy confluyen, viéndolo hacia esos retos y desafíos que tiene la educación, no solamente a lo que a veces nosotros miramos la educación desde la vía de la escolarización, sino yo creo que todo esto que ha comentado Lesbia sobre el desafío grande de educar para entender el lugar que uno tiene en la sociedad, para transformar esa sociedad, para lograr que de verdad haya un país que de verdad prospere, que siga teniendo al ser humano como centro de todo el proyecto social.

El gran desafío que hoy tiene la escuela es conectarse cada vez con esa realidad. Pero la escuela no puede estar sola en esto, que la escuela cumpla con su encargo social que prepara al hombre para la vida, diría Martí. Entonces, yo creo que la escuela hoy tiene que preparar más para la vida. No creo que sea lo que hoy estamos haciendo.

Nos enfocamos a veces en que cumplamos los objetivos del nivel académico y el nivel educativo, que logre sumar, restar, leer, saber el hecho histórico, pero no la connotación del hecho histórico. Sin embargo, no es un ser humano que lo estamos preparando para vivir en sociedad, para compartir, para ayudar, para pensar, para disentir, para analizar y para saber lo que está bien y lo que está mal, y a tener una actitud crítica ante el medio social donde se desenvuelve.

Entonces, en ese escenario es que se debate hoy el maestro cubano y se debate en una necesidad de preparación.

Mi primera experiencia como maestra frente a aula ha sido de formadora de maestro.Yo les decía: aquí vamos a venir a aprender. Era importante que ellos disfrutaran ese momento en el aula. Pero el estudiante a veces no se compenetra con esa carrera, que no es como otras que hayan elegido por motivación; a veces hoy de los que entran a nuestras carreras universitarias de las ciencias pedagógicas es porque es la última carta de la baraja.

¿Pero por qué?

Es que la formación de maestros en Cuba ha sido siempre en los últimos años una formación emergente, dado por diversas situaciones en distintos contextos.

Hubo un momento de la formación del maestro donde el joven que entraba a esta profesión, que debe tener una cuota de vocación, no la tenía. Porque si Ud. no sabe trabajar con jóvenes, sino le gusta dialogar con ello, si le tiembla el papel cuando se para frente a un aula, entonces no puede ser maestro. El maestro tiene que ser un artista y tiene que conectar con las emociones. Luego hay una familia que es muy exigente.

¿Cómo fue tu caso cuando fuiste a dirigirte a tu familia para decirles que ibas a ser maestra?

Hay una formación psicológica en la personalidad que se llama la autodeterminación y yo si he sido siempre muy autodeterminada, he tomado mis dediciones y mi familia las ha respetado. Hice reunión familiar y dije voy a ser maestra.

¿Cómo te has sentido con esa elección?

No me arrepiento, yo creo que al final las cosas cuando suceden son por algo.

En ese momento yo entendí que a mi generación de jóvenes del preuniversitario (yo estudie en el IPVC Carlos Marx de Matanzas) marcó dos cosas muy importantes; uno era: que las muchachas se alistaran al servicio militar voluntario femenino; y la otra era que Matanzas, tenía una necesidad de cobertura profesoral muy grande y había que buscar alternativas de otras provincias, o en el propio territorio para que los alumnos tuvieran maestros frente al aula. Yo era la presidenta de la FEEM en aquel momento y era muy complicado ir a hablarles a los estudiantes sin dar el ejemplo.

No me equivoqué en elección. Y a pesar de que siempre he tenido auditorios grandes, el primer día que estuve frente a un aula con estudiantes de tercer año estaba muy nerviosa, porque es un escenario que es diferente y sobre todo para los jóvenes que tenemos hoy.

El aula cubana tiene que ser un espacio de diálogo constante.

Tenemos que enfocarnos más a que ese maestro que estamos preparando realmente sea ese articulador de saberes y que logre aunar a todos en el aula para que descubran su realidad.

Incluso para todas las transformaciones que está pasando el país; necesitamos la tecnología y la innovación, desarrollo económico, pero hay que mirar a la educación. Si realmente queremos un socialismo próspero y sostenible, antes de generar riquezas y desarrollo económico, hay que mirar a la escuela porque de ahí se forma el futuro de Cuba; personas que entiendan que tienes que conectar tu intereses individuales con los colectivos y que sepan convivir.

Todo eso debe partir de la formación vocacional de cada profesor; porque si tú no estás comprometido con lo que haces sientes y vives, no lo vas a saber expresar en el aula.

Hay que mirar por la formación constante de ese maestro. Además, creo que nosotros tenemos que asumir con autocrítica cosas que no nos han salido bien y de verdad emplear desde las ciencias, cómo resolver eso involucrando a todos.

Ser maestro tiene que gustarte. Te tiene que gustar el grupo etario al que vas a trabajar y disfrutar ese momento.

Uno está formando una persona que mañana tiene que tomar decisiones y construir un proyecto de vida y al final en ese desarrollo, tú tienes que dejar una cuota de que le sirva para ese futuro.

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