Holguín, Cuba. Emerio Medina regresaba a su Mayarí natal, en Holguín, con el Premio Casa de las Américas 2011, en Cuento, por La bota sobre el toro muerto, casi descubierto por un lauro que puede abrir infinitas puertas, como diría él mismo y es un hecho para muchos.

Así lo declaraba aquel día para volver por una mención, el año pasado, a su libro Welcome, señor Kerry, cuando el Casa cumplía seis décadas y la institución reafirmaba sus propósitos indisolubles con la investidura del escritor Abel Prieto como su presidente.

A 62 años de su fundación, unas semanas después del triunfo revolucionario, el actual momento se parece mucho a aquel, en que los yanquis intentaron aislar a Cuba del seno de su familia espiritual, ha dicho el presidente de Casa de las Américas.

Entonces, bajo el liderazgo de Haydee Santamaría, la Casa impidió que cortaran el abrazo de la Isla con sus hermanos del continente.

Casa bolivariana y martiana

A la hazaña editorial del Premio y la revista Casa se suma la impronta de otros sellos como Conjunto, Anales del Caribe o Criterios, entre otras publicaciones imprescindibles en el pensamiento ideo estético latinoamericano.

Como a sus letras, la Casa abrió sus puertas a cineastas, teatristas y trovadores, creadores del color y el pensamiento en arcoíris diverso, junto a noveles y consagrados, acogidos por Haydee, como por Mariano, Retamar y Abel.

Tanto su Fondo Editorial como sus jornadas de música o sus seminarios sobre culturas caribeñas y afroamericanas, cursos y exposiciones, aprietan su tejido de identidades como la plata en las raíces de los Andes.

Retomar esos hilos desde Casa de las Américas, en las nuevas redes, es como poner en práctica la filosofía de Lezama: el tenaz rasguño, para quebrar la piedra de la mentira, del bloqueo y del estereotipo contra la esperanza.