El 20 de octubre de 1868, diez días después del levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes en el ingenio La Demajagua, se entonó por primera vez –en la insurgente Bayamo- la letra de un canto épico compuesta por el abogado Pedro Figueredo, que devendría nuestro Himno Nacional.
Su música y poesía patriótica expresaban el espíritu de independencia en eclosión, con su llamado a la insurrección y a la abolición de la esclavitud. Poesía y sentimiento de rebeldía sintetizaron, en aquella fecha gloriosa, un momento crucial en la configuración de la conciencia cubana.
Al combate por la libertad se llamó entonces a los bayameses, pero fue una clarinada patriótica para todos los cubanos.
Y teniendo en cuenta tan sublime conjunción histórica, en 1980 se proclamó al 20 de octubre -por decreto gubernamental- como Día de la Cultura Cubana.
Resistencia y crecimiento
La cultura es imprescindible para cada pueblo. En ella están implícitas todas sus fuentes nutricias. Es como un sello de identidad, con sus múltiples facetas e intensidades. Cuba se enorgullece de su cultura vital, que resiste y crece, aún en medio de las adversidades. Nos llega de muchas raíces.
Es, como dijo el historiador Eusebio Leal, nuestro valor añadido a la naturaleza. Y para que siga siéndolo debemos defenderla entre todos, porque es riqueza espiritual que salva y une; es la fuerza moral que mira al pasado y lo interpreta, para entender mejor los rumbos actuales.
«La cultura es la Patria», resumió el eminente etnólogo Fernando Ortiz, y tal ha sido este año la premisa de la jornada por el 20 de octubre, marcada por la vocación de quienes llevan hoy arte y apoyo a las comunidades más necesitadas. La cultura prueba cuánto tiene de bálsamo.