Holguín, Cuba. – Muchas historias atesora la sede Celia Sánchez Manduley, de la Universidad de Holguín, desde que nació como Escuela de Trabajadores Sociales.

Historias de renacimientos, solidaridad, amor, alegrías y dolor. Por azares del destino, reabre sus puertas a los más necesitados, en bien de su salud, como cuando sirvió a la Operación Milagro o a enfermos del Dengue, pero esta vez como hospital de riesgo, para recuperar a pacientes de Covid-19.

Pese a limitantes materiales, sus médicos, enfermeros y demás sanitarios, acompañados del apoyo institucional e imprescindibles voluntarios, celebran cada vida rescatada, como sufren cualquier derrota.

Lo saben los doctores Yulier, desde su liderazgo, u Onel en su modestia y Frank, debutante en reanimación, como la colega Mabel, convaleciente de la enfermedad y de vuelta a la faena, ejemplo para la hija que sigue sus pasos.

Hazaña por la vida

Fatigosas y desafiantes corren las jornadas en el hospital de alto riesgo, en la sede Celia Sánchez Manduley de la Universidad de Holguín, como en tantos otros en Cuba. Pero la confianza en un después más esperanzador impulsa la entrega de Yamilé, enfermera granmense, cuando piensa en sus hijos pequeños, o sus colegas Redel, Francisco y Liset, en la avanzada de compatriotas que se consagra, por vocación y deber, a sanar vidas con riesgo de la propia.

Como Lisandro, Ántony o Alex, miembros de la Cruz Roja, listos para todo lo necesario, desde cargar un balón de oxígeno con urgencia, llevar al baño a un paciente o hacer limpieza.

Puede afirmarlo Faustino del equipo directivo, que realza el gran servicio de los compañeros de cocina, y al comentar el desafío común cita a Martí: se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien.

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