La Habana, Cuba. – Del Mayor-General Antonio Lorda Ortegosa dijo José Martí que el obstáculo de la obesidad hacía más admirable la bravura y la constancia era igual a la llaneza.
Entre los pioneros que en Santa Clara se pronunciaron para combatir por la independencia, estuvo este médico-cirujano, uno de los organizadores de la Junta Revolucionaria de la que fue vicepresidente.
Confianza y respeto por sus habilidades como gobernante, hicieron que Carlos Manuel de Céspedes lo designara Secretario de la Guerra meses después de establecida la República; también fue constituyentista en Guáimaro y diputado de la Cámara de Representantes.
Nacido en Santa Clara el 17 de febrero de 1841, de la familia de Antonio Lorda Ortegosa su hermana Ysidra Martina fue luchadora clandestina, y María de Teresa Domenech, su esposa, guardó prisión y después fue deportada.
Médico y soldado
Antonio Lorda estudió Medicina en las universidades de Burdeos y la Sorbona de París, donde se le premió varias veces; el título lo acreditó luego en la Universidad de La Habana.
Como médico, ejerció en Santa Clara y sus contemporáneos le recuerdan en un ejercicio de gran humanidad y ayuda a las familias necesitadas; reconocido como “el médico de los pobres”, dicen que en no pocas ocasiones unió a las recetas el dinero para comprar medicinas.
En las huestes del Ejército Libertador destacó tanto como Mayor-General, como por su entrega al curar heridos y atender enfermos; así, cuando en mil ochocientos setenta una epidemia de difteria abatió a los insurrectos y civiles que vivían en la manigua, Antonio Lorda contrajo el mal.
Tras una noche de dolor, murió el dieciséis de mayo, en la finca Babujales, Camagüey, y fue sepultado cerca de un árbol en plena campiña.