Alegre, laborioso, aficionado al deporte y amante del ballet, Héctor Smith pudiera considerarse un joven común; pero no lo es.
Más allá de los cromosomas y la genética, que lo condicionaron con el Síndrome de Down, es un muchacho muy especial por la personalidad que ostenta.
Con afán risueño, siempre está dispuesto a ayudar, lo mismo en la casa que en su vecindad, en Lawton, donde todos lo conocen, quieren y respetan.
El deseo de aprender persiste en llevarlo por los caminos del arte, con incursiones en el baile, el teatro y hasta la artesanía, de la cual atesora una bella obra y un Certificado de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, tras aprobar el curso de cerámica fría.
Ahora, Héctor incursiona en la maquetería. Entre miniaturas y peculiares herramientas transcurren sus días como ayudante del diseñador y maquetista, Lázaro Eduardo García Driggs.
La vida no va de cromosomas
Sin anticipos sobre su condición de Síndrome de Down durante el período de gestación, Héctor Smith llegó a este mundo para demostrar que con amor y empeño todo se puede.
Con apenas 15 días de nacido ya recibía estimulación temprana a través de audios en el Policlínico Universitario Louis Pasteur. Mientras, sus padres, los doctores Julio y Ana, se preparaban en el Centro de Atención y Orientación Psicológica para transformar esa discapacidad intelectual en felicidad, autonomía y capacidad de ser útil.
La intrepidez y el ahínco dieron sus frutos. Con 22 años, Héctor Smith es un joven que nunca opaca su sonrisa; siembra amigos donde quiera que va; y desde el arte, hace el bien social.
Este 21 de marzo, cuando se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, abogando por el derecho a la igualdad, Héctor sigue superando el reto de la vida.