La Habana, Cuba. – Con sus casinos abiertos las  veinticuatro horas del día, infinidad de hoteles, réplicas de los sitios más famosos del mundo, y hasta bodas de mentiritas oficiadas por  un imitador de Elvis Presley, a Las Vegas se le conoce como la capital del entretenimiento. También la llaman la ciudad del pecado.

Y, bueno, con todos sus oropeles hasta allí se trasladó la ceremonia de entrega de los premios Grammy Latinos, que auspicia la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación y no ha estado exenta de controversia a lo largo de su historia.

Una poderosa maquinaria mediática garantiza los focos de atención sobre los ganadores de los gramófonos dorados en más de cincuenta categorías. Justicia a veces; sin razón en otras.

Lamentablemente los Grammy Latinos no siempre se rigen por valores artísticos. Sobran ejemplos de contaminación por razones políticas.

Música de raíz, la que perdura

Una coproducción entre la EGREM y El Cerrito Records, de California: el fonograma Cha Cha Cha: Homenaje a lo tradicional, que unió a la Orquesta Aragón con Alain Pérez e Isaac Delgado, se alzó este jueves con uno de los Grammy Latinos.

También el pianista Iván «Melón» Lewis con su disco de jazz Voyage. Fue una edición en la que regresaron a escena viejos conocidos, algunos de constante presencia. Y emergieron figuras como el rapero español C.Tangana, que con su disco El madrileño halló en Cuba un punto de anclaje para entender toda la música latina.

Tampoco faltó el bombo y platillo preparado para ensalzar un llamado «rap protesta», con una parafernalia rayana en el ridículo. Es un tema que sus benefactores quieren apuntalar a toda costa, con tal de atizar tensiones en Cuba, aunque sea efímero y se le recuerde menos que aquella conga: La Chambelona.