La Habana, Cuba. – Contra el tiempo, ese enemigo que nuestras vidas devora, atrasamos los relojes con la esperanza ilusoria de ganarle tiempo al tiempo, aunque sólo sea una hora.

Y mientras la vida grita insistentemente: ¡Ahorra!, hay quien abundancia ostenta y su abundancia derrocha. Un aire acondicionado en cada cuarto a deshora, y un televisor gigante encendido en cada alcoba.

Una cocina de esas que hoy algunos llaman “cómica” (no porque les causen risa, sino porque al verlas lloran), con todo electrificado, del microwave a las ollas, en una de esas mansiones que reja y tapia custodian, y detrás de las cortinas vuelan mágicas alfombras. 

Mientras ellos despilfarran su opulencia misteriosa, el abanico acentúa mis artritis dolorosas, y en ahorros se me escurre la existencia gota a gota.