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Carlos del Porto Blanco

No pasa nada si una persona desea expresar su identidad de género de forma diferente. No merece ser víctima de violencia. Y si a alguien le incomoda, que mire en su interior. Laverne Cox.

Los tiempos que corren han hecho que en algunas sociedades que se tenían por civilizadas y avanzadas, las intolerancias, los fundamentalismos, la ultraderecha y el neofascismo se instalen. Esos motivos hacen que la representación de obras como Favez sean necesarias. Ésta se representó del 21 al 23 de marzo, en la Sala Llauradó, como parte de las actividades del Mes de la Francofonía 2025 en Cuba.

La actriz, dramaturga y directora cubana de teatro Liliana Lam, encarna en la obra a la suiza Enriqueta Favez Cavin (1791-1856). Ella fue la primera mujer que, vestida de hombre y comportándose ante la sociedad como el doctor Enrique Favez, ejerció la medicina en Cuba y en América en el siglo XIX. La dirección artística estuvo a cargo de Alberto Corona. La pieza es un monólogo sobre la vida de Favez y se basa en hechos reales, los cuales se recogen en el libro “Por andar vestida de hombre”, del historiador e investigador cubano Julio César González Pagés.

Esta obra ha sido premiada en el Festival Internacional de Monólogos Casa Tanicho 2024, en Mérida, México, con los premios al Mejor Monólogo, Mejor Actuación Femenina y Mejor Diseño de Vestuario.

Lam expresó en conferencia de prensa, que la suiza, ayudó a muchas personas en una época muy difícil y complicada para las mujeres. La obra representa el testimonio de una persona que luchó por sus derechos en una era dolorosa para ellas. Uno de los objetivos de la obra es visibilizar esa historia la cual es un paradigma de valentía, coraje y transgresión. En esa época las mujeres tenían prohibido estudiar medicina. Favez se casó con una mujer natural de Baracoa, llamada Juana de León. La vida del matrimonio marchaba muy bien y el Doctor Enrique Favez se había ganado el respeto de todos. Un día de descuido, la criada de la casa descubre que Enrique es, en realidad una mujer, y ese incidente cambia el rumbo de sus vidas, las personas del pueblo comienzan a comentar y Juana, traicionando a su “esposo”, pone una demanda contra él, donde lo acusa de haberla engañado en cuanto a su verdadero sexo (cosa que Enriqueta le confesó antes del casamiento).

A partir de ahí se desencadenan una serie de sucesos terribles en la vida de Enriqueta. Al ser reconocida como mujer pierde todos sus bienes, se le juzga al descubrirse toda la verdad y es condenada a prisión. Las autoridades fueron crueles y despiadadas con ella; pero ni siquiera eso pudo borrar el amor tan inmenso que sentía por Juana. En sus últimos momentos, Favez aun amaba a Juana y anhelaba volver a verla. Esa es una historia que inspira a luchar por la igualdad, que pide a gritos que doscientos años después se logre que las personas como Enriqueta y Juana puedan vivir felices, sin que las juzguen, que tengan matrimonios legales y vivan con tranquilidad, en un mundo donde se respete la decisión de cada cual a estar con la persona que elija. Pese a todos esos males, Favez mantuvo la fuerza y la lucha por ser feliz hasta los últimos días de su vida. Esa etapa la vivió en Nueva Orleans, donde llegó a ser Madre Superiora de la Congregación Hijas de la Caridad.

Uno de los objetivos de la pieza teatral es visibilizar esta historia, la cual es un ícono, un paradigma de valentía, coraje y transgresión. Su matrimonio fue por amor, de eso no hay dudas, no se detuvo porque la persona de la que se enamoró con todo su ser, era de su mismo sexo, luchó para estar con ella y lo logró, aun cuando fue en el siglo XlX y eso resulta casi imposible de creer, aunque fue real.

Antes de concluir, traigo a nuestros a días a Julius Fucik, cuando nos decía “Honres, estad alertas”. El neofascismo, la ultraderecha, las intolerancias y los fundamentalismos, cabalgan de nuevo por tierras de este mundo nuestro.

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