La Habana, Cuba. – Vivimos días difíciles y no es poca la preocupación ni infundados los temores de una pandemia que en su rebrote en Cuba ha provocado altas cifras de contagiados y mayor letalidad que en los meses pasados.

Pero como ha dicho repetidamente el Doctor Francisco Durán en sus habituales Conferencias de Prensa, más que inquietarnos hay que ocuparse.

Ocuparse, por ejemplo, de que los niños y los adolescentes de la casa permanezcan en ella y no jugando en la calle sin nasobucos o mal puestos, transitando en grupos y abrazándose o besándose cada vez que encuentran a la amiguita o al socio del piquete.

Para ello, habrá tiempo cuando salgamos de la actual situación que vive Cuba con la Covid pisándonos los talones. Y en esto la familia tiene un papel decisivo y de gran responsabilidad.

Potenciar el entorno familiar

Sabemos de la importancia que reviste la familia en la formación de la conducta infantil, porque es en el hogar donde se comienza el aprendizaje de la vida.

Por eso no se entiende que niños y adolescentes jueguen en la calle, a pesar de las constantes recomendaciones sanitarias y llamados al distanciamiento, y que muchos de esos muchachos se desatiendan del peligro de una pandemia que les puede tocar muy de cerca. Entiéndase que son las indisciplinas en procederes y maneras de actuar las que han complejizado la situación.

La suspensión de las clases devino necesidad dado los actuales niveles de transmisión de la Covid-19 y su incremento en las edades pediátricas.

Elevar la percepción de riesgo y la responsabilidad de la familia, una institución clave en lo personal, entraña la protección de sus moradores.

Toda precaución es poca

No estamos de vacaciones, y eso los niños y los adolescentes tienen que tenerlo claro. De ahí que toda medida sea poca y toda precaución conveniente.

Por ende, es responsabilidad de la familia, en especial de los padres, poner orden y disciplina en el hogar, máxime en el contexto epidemiológico del país. La familia como institución tiene entre sus funciones la de proteger a sus miembros, en especial a los más chicos, los adolescentes y a los vulnerables a su cuidado.

Debe hacer que estos asuman conductas consecuentes, comprometidas y adecuadas a las actuales circunstancias, visto como un asunto de la nación, como la gran familia que somos.

De hecho, hay que evitar que nuestros niños se infecten con la Covid-19 y las angustias que genera en la población el incremento de menores contagiados.