La Habana, Cuba. – El de cursar de la Historia hizo coincidir en fecha de natalicio a dos modelos de ciudadanos y de revolucionarios que, con procedencias y épocas de vida diferentes, poseen varios puntos en contacto.

Antonio Maceo y Ernesto Guevara crecieron en un hogar donde siempre reinó la armonía familiar en medio de sólidos principios morales, que supieron demostrar a través de su existencia.

Entereza moral y desprendimiento apreció el Ejército mambí en el Titán de Bronce cuando se sumó a la expedición de Flor Crombet como un combatiente más a pesar de su probada jerarquía.

El Che, uno más en el Granma, manifestó siempre su voluntad de lucha y su estoicismo; por sus méritos y actitud de vanguardia fue el primer comandante nombrado por Fidel al frente del naciente Ejército Rebelde.

Curtidos por la lectura

Además de su vocación antiimperialista, el valor y coherencia entre acción y pensamiento, Maceo y Che se unen también por detalles muy humanos.

Para el caudillo que dominó el oriente de Cuba era importante beber de aquellos textos la cultura que le fuera negada al no acceder a escuela por su condición de negro. Cuentan que se extasiaba lo mismo con la prensa que con obras de Víctor Hugo, el alemán Heine y su coterráneo José María Heredia.

Para el argentino los libros fueron siempre sus amigos más fieles; clásicos de la literatura universal con textos de historia, filosofía, sicología, arte, aventuras, eran sus predilectos.

Imponerse ante las dificultades también une a estos dos paradigmas: Maceo corrigió su tartamudez a fuerza de perseverancia y hablar pausado, y Che no declinó ante los continuos ataques de asma durante la lucha de liberación.