La Habana, Cuba. – El médico cubano Tomás José Domingo Rafael del Rosario Romay y Chacón, nace el 21 de diciembre de 1764, La Habana, Cuba. Se le considera el primer higienista e iniciador de la ciencia médica en Cuba. Considerado como el iniciador del Movimiento Científico en Cuba. Se le acredita un aporte considerable al progreso, especialmente en Medicina, Química, Botánica, Agricultura, Higiene, Educación y Cultura en general. Introdujo una visión científica de los problemas de la Medicina e impulsó la modernización de la Medicina clínica, en la Universidad de La Habana.

Recibió la primera educación de parte de su tío paterno Fray Pedro de Santa María Romay, del Convento de los Reverendos Predicadores, quien había visto en él, tempranas manifestaciones de perspicaz agudeza e inteligencia y por ello lo llevó a su lado con el fin de impartirle la enseñanza primaria. Tras obtener el título de Bachiller en Artes el 24 de marzo de 1783, comenzó los estudios de Jurisprudencia en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, los cuales abandonaría convencido de que, como le había argumentado su tío Fray Pedro, «el abogado estaba expuesto a mayor responsabilidad de conciencia», e inició estudios de Medicina.

La labor más meritoria que inmortalizó el nombre de Tomás Romay, fue haber introducido y propagado la vacuna en Cuba a partir de febrero de 1804. La inspiración de este aporte fue la existencia de una epidemia de Viruela, iniciada en diciembre de 1803, que causó serios daños en enero de 1804; así como el conocimiento de que demoraría en arribar a La Habana la expedición enviada por el rey Carlos IV al mando del médico Francisco Xavier de Balmis, la cual traía consigo el virus salvador.

En Cuba la vacunación era conocida simplemente como «inoculación» y se practicaba, a partir de la experiencia europea. En 1802, los médicos cubanos conocieron del procedimiento, publicado en 1798 por el cirujano ingles Edgard Jenner, que utilizaba el pus de viruelas vacunas y que, por ello, se denominaba «vacunación». Por encomienda de la Sociedad Patriótica, Romay comienza desde 1803, su campaña por extender el procedimiento y abandona las comodidades del hogar para marchar al interior de la isla en busca de ansiado virus y luchar contra los partidiarios de la “inoculación”, introducida con anterioridad en Cuba y ya obsoleta, aunque defendida por aquellos «inoculadores»; que obtenían ganancias al aplicarla y afirmaban que resultaría ineficaz la vacunación. Para probar lo contrario, Romay acudió a una demostración pública arriesgando la vida de dos de sus hijos, previamente vacunados a quienes utilizó como sujetos de prueba para vencer los temores, dudas y vacilaciones respecto a su efectividad.

En enero de 1804, se practicaron las primeras vacunaciones, en Santiago de Cuba, por el cirujano francés Vignard; pero en febrero del propio año llegó a La Habana, una vacuna procedente de Puerto Rico. La campaña de la inoculación contra la vacuna sufrió un decisivo revés con la llegada al puerto de La Habana el 26 de mayo de 1804 de la expedición española enviada para introducir la vacuna en varias colonias hispanas. Pero quedan sorprendidos al comprobar que ya la vacuna ya se había propagado en el país, gracias a Romay quien la estaba aplicando con éxito desde el 12 de febrero. Crean por tanto la Junta Central de Vacuna el 13 de julio de 1804, para sistematizar esa práctica y designan a Romay, presidente y el cargo de Secretario Facultativo.

Su labor al frente de esa institución resulta decisiva para que, a fines del siglo XIX, la viruela pase a ser una enfermedad poco común en Cuba, pues se manifestó a favor de la vacunación múltiple de cada individuo y de que se decretara su obligatoriedad para toda la población. Aunque no tuvo éxito en esos dos empeños, logró que el obispo Juan José Díaz de Espada emitiera una carta pastoral donde exhortaba a las personas a vacunarse. La colaboración de Romay, con el ilustrado obispo de La Habana, se hizo más estrecha en relación con el propósito de éste de eliminar los enterramientos en las iglesias y dentro del perímetro urbano. Su cometido contra los enterramientos facilita la construcción el 2 de febrero de 1806 del primer cementerio de La Habana, conocido como Cementerio de Espada. Después de toda su campaña, se dedicó durante más de tres décadas a la vacunación antivariólica.

Tomás Romay, falleció a los 84 años, víctima de cáncer, en la madrugada del 30 de marzo de 1849, en su hogar ubicado en La Habana, Cuba. Su cuerpo fue embalsamado en el Convento de Santo Domingo.