¡Hombres, no celebréis todavía la derrota de lo que nos dominaba hace poco! aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo, la perra que lo parió está otra vez en celo.

Bertoldt Brecht

La Habana, Cuba. – En estos tiempos que corren el fascismo no se esconde para mostrarse tal cual. Se pasea libremente por instituciones gubernamentales y plazas de muchas ciudades de la vieja y culta Europa. Se sumerge plácidamente en las cálidas aguas de alguna ciudad sureña estadounidense. En América del Sur afila los sables, que ya una vez usó, para desenfundarlos llegado el momento contra las plebes que amenazan al Capital.

Estos hechos me hicieron retomar un libro, Nuremberg, epílogo, que debe ser leído por todos, pero sobre todo por los jóvenes, para que conozcan la verdadera cara del fascismo y no la que Hollywood nos presenta. El pedido que nos hizo Julius Fucik en la última línea de su libro “Reportaje al pie de la horca” resuena con fuerza, Hombres estad alertas.

El texto Nuremberg epílogo, de la editorial moscovita Progreso, fue escrito Arkadi Poltorak y circuló ampliamente en Cuba en los años 70 del pasado siglo. El autor tomó parte en el Proceso de Nuremberg, el juicio realizado a los principales criminales de guerra nazis. En este texto Poltorak escribe lo que vio y escuchó él mismo en el curso del proceso. El lector permanece con el escribidor en el edifico del Palacio de Justicia, donde se revisó la causa durante casi un año. Conoce a los jueces y a fiscales y también a los abogados de esta “última línea de la defensa nazi”. Ante el lector desfilan no solo los acusados Goering, Hess, Ribbentrop, Jodl, Kaltenbrunner, Schacht, Keitel y otros, sino también numerosos testigos, entre los cuales se hallaban los ex mariscales Brauchitsch, Manstein y Rundstedt entre otros.

El volumen relata el ambiente en que transcurrió la labor del Tribunal Militar Internacional. Decenas de juristas, que representaban allí a la Unión Soviética, los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia. Éstos se distinguían por su alta calificación, tenían diferentes concepciones jurídicas y políticas y, no obstante, con raras excepciones, trabajaron durante todo el proceso compenetrados y unidos por la aspiración de establecer la verdad, reconstruir el cuadro completo de las atrocidades hitlerianas y castigar justamente a los culpables.

Termino esta reseña con las palabras de Robert Jackson, quien fuera el acusador principal en nombre de los Estados Unidos: “Este proceso adquiere importancia porque estos reos representan a las influencias siniestras que seguirán emboscadas en el mundo mucho tiempo, incluso despues que los cuerpos de estos hombres se hayan reducido a polvo. Estos hombres son símbolos vivos del odio racial, del terrorismo y la violencia, de la arrogancia y la crueldad originados por el poder. Son el símbolo del feroz nacionalismo y militarismo, de las intrigas y provocaciones militares que sumieron a Europa en el abismo de la guerra generación tras generación, exterminando a su población masculina, destruyendo sus hogares y empobreciendo su vida. Se han identificado tanto con las filosofías por ellos ideadas y con las fuerzas por ellos dirigidas que tenerles conmiseración sería una victoria y un estímulo del mal unido a sus nombres. La civilización no puede permitirse ningún compromiso con las fuerzas sociales que adquirirán nueva potencia si nosotros obramos de un modo ambiguo o indeciso con los hombres en quienes estas fuerzas continúan sobreviviendo”.

Hoy el Occidente Global reescribe la historia, destruye monumentos erigidos en memoria de los libertadores de Europa y se reivindica a criminales de guerra. Se quiere relegar al olvido los principios del Tribunal de Nuremberg, aprobados y confirmados como principios de la justicia penal internacional por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. De nosotros depende que se salgan con la suya.