La Habana, Cuba. – Despampanantemente bella y asumida como uno de los símbolos sexuales de Hollywood, la aparición de Rita Hayworth en la ancha y mágica pantalla de cine seducía con cosquilleo de aventura.

Bailó, cantó y actuó, se paseó por dramas, comedias y musicales como una felina roja, provocativa y audaz, desde la década de los cuarenta hasta la de los setenta, cuando se despidió con un título premonitorio: La ira de Dios.

La fascinación llegaba en papeles de fémina fatal, en la Gilda que la convirtió en la mujer más deseada del planeta, o en la enigmática de La dama de Sanghai; la neoyorquina nacida el diecisiete de octubre de mil novecientos dieciocho, asumió orgullosa el título de La diosa del amor.

Pero fama, luces, amores, ilusiones y desilusiones, no alcanzaron a salvarla del propio olvido; Rita Hayworth, tuvo la enfermedad de Alzheimer y nada de la gloria le era posible evocar.

La bella en Cuba

Pocos identifican con el nombre de Margarita Carmen Cansino a Rita Hayworth, de quien se recuerdan actuaciones en filmes como Mesas separadas y La bella del Pacífico.

A Cuba vino dos veces: la primera se hospedó en el Hotel Nacional y en la segunda, luego de pasar por Varadero alojada en la casa de Alfred Dupont, el 17 de abril de 1958 intentó suicidarse en el Capri, a causa de una profunda depresión.

La hallaron casi sin vida tras ingerir una alta dosis de somníferos mezclados con alcohol: el doctor Gálvez la salvó obligándola a vomitar y recobrar la conciencia; al día siguiente, la empresa Fox envió un avión para retornarla y el hecho quedó fuera de la prensa.

Rita Hayworth, estrella icónica de la historia del cine, “consiguió que sus fanes se interesasen por la persona más que por sus personajes”, destacó el director George Cukor.