La Habana, Cuba. – Todo apunta a que Donald Trump no enfrentará un juicio político por incitación a la insurrección.
Un total de 45 de los cincuenta senadores republicanos ya dijeron que el famoso impeachment es inconstitucional, un adelanto de los problemas que tendrán los demócratas para conseguir los dos tercios de los votos senatoriales estipulados.
No se puede soslayar el hecho de que los republicanos cerraron filas alrededor de Trump y hasta frustraron en febrero último el primer intento de destitución. Ahora esa es una posición lógica de un Partido que casi hasta el último minuto respaldó al ex-presidente y correligionario, quien desde su mansión en la Florida mira hacia el Capitolio con tranquilidad.
Pero esa mirada es torva porque se dice que ha lanzado veladas amenazas contra los senadores republicanos que se atrevan a ponerse en su contra.
A la riposta
Trump observa con cuidado la actitud en el Capitolio del Partido Republicano y de sus correligionarios.
Sabedor de su amplia base política, que le reportó 74 millones de votos, abrió en la Florida su oficina como ex-presidente, donde de seguro hará bandera de la formidable herramienta de negociación política que tiene en la mano. Por eso tendría la posibilidad de crear su propia organización política, incluso si se le inhabilitara para ocupar cargos públicos, algo para lo que el Congreso solo necesita de una mayoría simple.
El futuro de TRump sigue siendo un enigma, pero vista su desbordada egolatría, es difícil pensar que se hará a un lado o que se conformará con un papel de reparto.
Por lo pronto, está como el boxeador que se prepara para pelear a la riposta desde su esquina.