La Habana, Cuba. – Es posible que la ceguera prepotente inmovilice las neuronas de ciertos personeros occidentales, pero lo cierto es que aún en curso la aventura hegemonista de factura gringa en Ucrania, los atisbos de un cambio mundial trascendente se hacen más notorios.

Esta vez no se trata de pretendidas discordias ideológicas ni de riñas por pareceres filosóficos distantes.

Estamos al borde del abismo (como otras veces en la historia moderna de la humanidad) porque existen grupos con inmenso poder que solo transigen con el precepto de prevalecer sobre todos…y punto.

Solo que esta trifulca viene creando además, a contrapelo de sus promotores, condiciones globales que apuntan a un reordenamiento internacional donde tales especímenes no van a salir bien parados ni con logros como para solazarse.

¿Y nosotros qué?

Desde luego, América Latina y el Caribe no han estado ajenos, ni lo están hoy, a los cambios mundiales. La diferencia es que si ayer lo hizo en buena medida como acólita de Washington, hoy tiene todas las condiciones políticas para optar y asumir posiciones independientes y racionales en lo que se nos viene encima.

Y decidir y optar bien es una tarea altamente responsable para todos los factores regionales involucrados.

Y es que como un conglomerado unitario de naciones, podemos ganar un espacio envidiable en la arena internacional si se actúa con tino, objetividad y apego a la razón y la cordura, y totalmente libres de ataduras, presiones e inequidades, ya más que suficientes en nuestro azaroso devenir.

Podemos, en pocas palabras, dejar de ser, de una vez, alabarderos de turbios y viejos intereses ajenos.