El 12 de marzo de 1996 entró en vigencia la Ley Helms-Burton
La Habana, Cuba. – Ni en sus más festinados sueños, Orville H. Platt pudo imaginar algo como la Ley Helms-Burton.
En las pretensiones de recolonizar a Cuba, aquel senador por Connecticut, padre de la Enmienda que llevó su nombre, quedó superado ampliamente por ese engendro legal, que entró en vigor un día como hoy de 1996.
Conocida en su momento como Ley Bacardí, por defender los intereses ocultos de la ronera, ese invento llegó en un momento de ascenso de la ola conservadora para aprovechar el fin de campo socialista y acabar con la Revolución Cubana, una vieja aspiración de la Casa Blanca.
La Ley Helms-Burton no busca la constitución de un sistema político multipartidista en Cuba, sino la sumisión total del gobierno a Washington. Ni siquiera aspira a una economía de mercado, sino a una controlada totalmente por las empresas norteamericanas.
Nuestra vocación independentista
Ciento cincuenta años de lucha y mucha sangre ha costado la independencia y soberanía de Cuba. Subversión, bloqueo, invasión, amenaza nuclear…en los últimos sesenta años hemos resistido todo el arsenal de doce presidentes de Estados Unidos.
Por eso ahora, cuando quieren apretarnos más con la puesta en vigor del Título Tercero de la Helms-Burton, hay que recordar que cualquier intento trasnochado pagará el precio de la larga tradición independentista cubana.
Si vuelven a encender cruces frente a nuestra casa para hacernos claudicar, en un anacrónico remedo de Ku Klux Klan político, tienen que saber que nadie regresará sumiso al cepo de la plantación de esclavos, sino que habrá millones de cimarrones machete en mano.
Nadie perderá el sueño por la Ley Helms-Burto, aunque es un mamotreto peor que la Enmienda Platt.