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Tres años hacen hoy del fallido intento de subvertir el orden constitucional en el país, con un guion diseñado en el Norte. Aquellas acciones disfrazadas de protestas sociales, sin dudas causaron una honda conmoción en la ciudadanía, sorprendida por una violenta manifestación de descontento.

La conjunción de los efectos de la pandemia, el apretón sostenido del bloqueo, la acumulación de problemas internos y nuestros propios errores fueron la gasolina que se prendió con la chispa que mandaron desde lejos, como parte de la nueva concepción del Golpe Blando.

Calumnias y mentiras inundaron entonces las redes sociales para alentar a la violencia, los asaltos y robos y hasta la agresión a las autoridades. Y todo matizado con el vaticinio de que la Revolución se venía abajo.

Pero 36 meses después el proyecto socio-político cubano sigue incólume.

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Tras los sucesos del 11 de Julio, la Revolución siguió adelante, tal como ocurrió después de Girón, el Escambray, Angola o la desaparición del campo socialista europeo.

Aquel día, en menos de 48 horas se detuvo lo que el presidente Díaz-Canel calificó como golpe de estado vandálico. Y así llegamos a este tercer aniversario, en un año dificilísimo para el país en el que la heroicidad es cotidiana.

Como el dinosaurio de Monterroso, las dificultades siguen y el recuerdo de aquellos disturbios alerta sobre la necesidad constante de defender la unión y de perfeccionar la obra revolucionaria.

Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos, escribió Fidel en un enero lejano en el calendario, pero cercano en la vida, y esa es la lección de aquel día de julio.

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