Si el enfrentamiento al nuevo coronavirus implica para muchos solidaridad, esfuerzo, entrega y apoyo a los  demás, para otros está siendo sinónimo de negocios, indignidades y sucios comportamientos.

Si se revisan las informaciones al respecto, desde los inicios de la extensión de la COVID-19, se ha estado hablando en paralelo de cómo el manejo de la pandemia incluye acciones traperas y el desborde de intereses de lucro.

Así, el propio presidente estadounidense, Donald Trump, fue de los primeros aberrados en intentar apoderarse de la aún pendiente vacuna contra la Covid, mediante soborno a laboratorios extranjeros para obtener la propiedad unilateral del medicamento.

Asimismo, no pocos golpes de mano ocurrieron internacionalmente en la adquisición de medios médicos de protección.

Indignidad en la piel

Otro papel nada respetable en materia de manejos de la COVID-19 corre a cuenta de los grandes monopolios farmacéuticos.

Así, una reciente denuncia indica como publicaciones científicas, sin duda pagadas por ese poderoso conglomerado, han denostado públicamente de ciertos tratamientos a la pandemia para inflar otros, todo mediante el traspaso de jugosas sumas de empresas interesadas en desplazar a sus competidores en el mercado de medicamentos.

Por demás, corren las noticias de casos como los de Ecuador o Bolivia, donde rayan en una práctica habitual la alteración premeditada.

En estos casos, destacan los precios de las compras de insumos contra la Covid por ciertas autoridades y entidades, que persiguen embolsarse nutridas tajadas a cuenta de las urgencias públicas.