La Habana, Cuba. – Más allá del drama que expresa la incertidumbre por conocer los resultados exactos de la elección presidencial, es risible el guirigay electoral que vive Estados Unidos.

Dos partidos de colores diferentes, pero esencialmente iguales a la hora de perpetuar un feroz capitalismo corporativo, escenifican una bronca de República bananera, pero sin bananas.

La sagrada democracia estadounidense, esa que han tratado de imponer a medio mundo a veces a cañonazos, ha sido puesta en solfa por el propio presidente, quien se desgañita gritando que hubo fraude.

En su afán de quedarse en la Casa Blanca, Trump le mete la aplanadora hasta las reglas con las que llegó al poder, sin importarle el feo espectáculo que protagoniza y que contradice todo lo que ha repetido para criticar a algunos y hasta para respaldar la salida del gobierno de otros.

Dinero, siempre dinero

Y el espectáculo al que asistimos en Estados Unidos es quizás el más costoso del mundo, pues las enredadas elecciones de este año costaron unos 14 mil millones de dólares.

Esa es una cifra record que duplica los casi 7 mil millones gastados hace 4 años en los comicios anteriores.

Y ese dinero proviene mayoritariamente de particulares y de empresas que hacen una inversión en sus políticos preferidos para después pasar factura de una forma u otra.

Con el dinero cayendo como aguacero de mayo, y visto lo visto, estas elecciones han sido un show con mucho efectismo y poca sustancia, que tuvo a los cruentos efectos de la pandemia como telón de fondo en el retablo político estadounidense.