Compartir

No es nueva para los cubanos la política expansionista de la administración de Donald Trump. El interés de devolver a su país el control sobre el Canal de Panamá, nos remite a una historia que es presente, y vivimos en carne propia.

La ocupación ilegal del territorio que ocupa su Base Naval en Guantánamo, es una muestra de ese afán recolonizador de Estados Unidos sobre Nuestra América.

Precisamente este 16 de febrero, se cumplen 122 años del inicio de las negociaciones mediante las cuales se impuso a Cuba el espurio Convenio para Estaciones Navales y Carboneras, en virtud del cual esa porción de poco más de 117 kilómetros cuadrados, fue ocupada.

El arrendamiento resultó el corolario de otras farsas e imposiciones, mediante las cuales Washintong robó a los mambises el triunfo sobre España, ocupó la Isla, y «le permitió» nacer como República mediatizada.

El despojo como método.

No resultó grato a las autoridades cubanas, la usurpación de un pedazo de nuestro suelo. El convenio para establecer bases navales y carboneras en la Isla se impuso tras tensas negociaciones en las que Cuba logró excluir las que Washington quería abrir en Nipe y Cienfuegos.

También se rescindiría a Bahía Honda. Antes, la Enmienda Platt y la Resolución Conjunta habían sentado las pautas «legales» para ello. La posición cubana fue hecha saber por su representante ante la Casa Blanca, Gonzalo de Quesada, siguiendo instrucción del Secretario de Estado, Carlos de Zaldo, mientras la Marina yanqui festejaba su arribo a lo que sería la base naval en Guantánamo: «…en modo alguno resulta un suceso grato al pueblo de Cuba, que no puede asociarse a ninguna demostración de regocijo con ocasión de dicha entrega». La denuncia se mantiene hasta hoy.

Etiquetas: - -