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La Habana, Cuba. – Desde que en 1787 se redactó la Constitución de Estados Unidos, no se han modificado los requisitos de edad para los políticos. No hay un límite máximo y eso hace que el actual Congreso sea el segundo más envejecido de la historia norteamericana.

A fines del pasado mes, la inesperada desorientación sufrida en una rueda de prensa por el republicano Mitch MacConnell, de 81 años, abrió un debate nacional sobre la pertinencia de poner un tope de jubilación a los políticos.

Varios congresistas rondan los 90 años y, ya se sabe, el presidente Joe Biden tiene 80 y llegaría a un eventual segundo mandato con casi dos más.

Donald Trump, el otro contendiente con posibilidades, tendría 78. Por eso hay quienes piden un mecanismo que permita poner fin a un mandato a partir de la edad.

Demografía y dinero

Según datos oficiales, hoy la edad promedio de los congresistas estadounidenses es de 57, 9 para los representantes y de 64 para los senadores.

Ese envejecimiento de la política estadounidense, como explican los demógrafos, se debe a que esos legisladores son el resultado del llamado Baby Bum, la explosión de natalidad ocurrida tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, el hecho de que los principales donantes también sean personas mayores favorece que esa franja etaria mantenga un decisivo peso político, en un sistema donde el dinero es determinante.

Esa situación no se modificará a corto plazo, porque las mismas personas que hoy tienen el poder no van a aprobar leyes que los haga perder ese espacio, por eso seguiremos viendo durante unos años una gerontocracia en el Capitolio.