La Habana, Cuba. – En estos tiempos de bolsillos estrechos, bloqueo recrudecido y amenaza pandémica, la emigración se ha convertido en una opción de búsqueda de una vida pretendidamente mejor.

Estados Unidos, la principal potencia económica mundial y uno de nuestros vecinos más cercanos, por supuesto que resulta un atractivo importante para quienes desean migrar. La Ley de Ajuste Cubano, aun en vigor, funciona como un imán que atrae a muchos.

Pero los conocidos problemas consulares e incluso el incumplimiento por Washington de los Acuerdos Migratorios bilaterales lanzan a algunos a una vía irregular, por mar o por tierra, que pone en riesgo la vida de familias enteras.

Naufragios y secuestros letales han sido también el macabro colofón de operaciones de tráfico humano que en el mejor de los casos dejan profundas secuelas sicológicas.

Criminal complicidad

Desde hace años, el gobierno cubano aboga por una emigración legal, segura y ordenada hacia cualquier rincón que el migrante lo desee y el receptor lo acepte. Sin embargo, Estados Unidos sigue utilizando la emigración como un arma política que manipula para producir ciclos de salidas ilegales, en una actitud criminal que provoca pérdidas de vidas humanas.

En el mundo contemporáneo es casi natural ir del Sur subdesarrollado al Norte opulento en busca de mejores condiciones de vida y la Cuba de hoy no escapa a esa realidad.

Por eso, lo único que La Habana pide es un trato acorde con lo pactado para evitar dramas familiares en los que muchas veces hay niños como víctimas.

Emigrar seguirá siendo una decisión personal, pero que requiere de un alto grado de responsabilidad para no  ser víctima de una manipulación política.