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La Habana, Cuba. – América Latina sigue proporcionando elementos un tanto inéditos en materia política a partir de una dinámica de marchas y contramarchas marcadas por factores objetivos y subjetivos de carácter diverso.

Una lista que recoge, desde herencias nefastas como el repetido caudillismo en las nuevas repúblicas nacidas de la guerra contra el colonialismo Ibérico o administraciones criollas de corte oligárquico, hasta gobiernos impuestos por intereses imperiales incluso con el uso de la fuerza, represión violenta de ideas y movimientos populares, dictaduras militares apoyadas desde Washington, y devaneos y torceduras en proyectos progresistas, entre otros dislates.

En fin, un conjunto de hechos que en ocasiones dan cauce a grupos o personalidades capaces de acaparar y usar para sí el desconcierto público.

Bukele repite

Y el caso del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, que arrasó en las urnas para permanecer al frente del gobierno, es de esas notas inéditas.

Bukele, signado indistintamente como populista, extremista, hábil comunicador, y hasta dictador y golpista, sin dudas ha logrado el apoyo mayoritario porque supo hacer lo que no hicieron sus oponentes.

Se convirtió en una promesa de cambio del proclamado nuevo tipo frente al dueto derecha-izquierda que se desgastó en ofertas muchas veces no cumplidas, y asumió el papel de un renovador activo presuntamente alejado del vaivén político clásico.

Todo compensado con poner énfasis en urgencias sentidas de la gente, como coartar el azote de violencia cotidiana generada por grupos delincuenciales, junto con recursos mediáticos efectivos y puntuales.