La Habana, Cuba. – No fue casual que durante un reciente recorrido por varias provincias la máxima dirigencia del país insistiera nuevamente en impulsar la producción nacional de alimentos. Producir comida es hoy un asunto de seguridad nacional que implica no solo ayudar a controlar el actual desboque de precios, y por ende de la inflación, sino lograr el anhelado surtido en la mesa del cubano.

Por otro lado, el país tiene que sacarse de encima la astronómica factura anual que supera los 2 mil millones de dólares para importar los abastecimientos que cada mes se ofrecen por la socorrida libreta de abastecimientos.

Cuba compra entre el 60 y el 70 por ciento de lo que se come y para que se tenga una idea, solo en arroz, la producción nacional alcanza a cubrir menos de la mitad de la demanda. Y ese gasto hay que hacerlo cuando las arcas están casi vacías.

Altos precios internacionales

Los alimentos sigue teniendo precios caros en el mercado global, al que Cuba tiene que concurrir año tras año. El arroz vietnamita, ese que volvió a llegar este mes al menos a las bodegas habaneras, subió a 453 dólares la tonelada de grano partido al 25 por ciento.

También la tonelada de leche en polvo está a más de 3 mil 200 dólares y cuesta más de 7 dólares el kilogramo de pollo, esa carne que a muchos cansa como principal proteína, recurrente en estos meses.

Son solo algunos ejemplos que permiten entender la millonaria erogación anual del país y la necesidad de que se produzca aquí todo lo que se pueda.

No queda más remedio entonces que virarse para los surcos, los corrales y los potreros para hacer que la comida llegue a la mesa.