La Habana, Cuba. – Acertaba Fidel al advertir que una Revolución es tarea más compleja y difícil que la lucha armada.

El mérito del 26 de Julio pervive en su impulso iniciador, en haber reanimado la conciencia patriótica de los cubanos y robustecido con sangre de juventud la rebeldía popular.

Desde el posterior desembarco del Granma bastarían dos años para desalojar a la tiranía con la insurrección; sin embargo ha sido necesaria inteligencia superior y multiplicada tenacidad para sostener la soberanía por más de 60 años frente a la dictadura más implacable y ensañada que aquella que se parapetaba en el Moncada.

Conducir la Revolución por más de seis décadas ha demandado mayores sacrificios que los que requirió alzar el archipiélago desde la Sierra Maestra. Nuestra rebeldía no ha tenido sosiego desde entonces.

Rebeldía que no cesa

La dictadura mundial que ahora debemos combatir es extraordinariamente más dañina y temible que aquella a la que debió enfrentarse la Generación del Centenario de José Martí.

Con su poderío apocalíptico, la tiranía capitalista instituye la religión de la guerra como ley entre los pueblos, encarece los recursos del planeta, abarata el talento y la fuerza de trabajo, envenena el ambiente, trastorna el clima, esparce las plagas del hambre y las enfermedades, convierte en miserables a los pobres.

A su política de mentira, bombardeo, invasión, tortura, sometimiento, saqueo, discordia, corrupción; a la monstruosa potencia de sus armas de muerte y su prensa manipuladora, el 26 de Julio nos enseña oponer la verdad en el filo de las ideas y la perseverancia del trabajo.