La Habana, Cuba. – Varios agentes fronterizos lanzan sus caballos sobre los emigrantes haitianos. Con lo que parece ser un látigo, uno de los jinetes aparentemente golpea a un hombre que corre despavorido.

Por un momento, el Río Bravo, frontera natural entre México y Estados Unidos, se convirtió en escenario de una denigrante escena en la que los haitianos huían atemorizados, mientras guardias fronterizos a caballo trataban de bloquearles el paso, a veces cargando contra ellos, agarrándolos o lanzándolos al agua.

El escándalo ante esa violencia racista ha sido tan grande que la Administración Biden tuvo que suspender el uso de caballos para patrullar la frontera. Pero sin pecar de chovinistas, ese maltrato a los emigrantes haitianos tuvo una contraparte con lo sucedido con aquellos migrantes que arribaron a puntos del centro y oriente de Cuba.

Trato humanista

En el éxodo marítimo hacia Estados Unidos, a Cuba también han llegado emigrantes haitianos. Por supuesto que este no era su destino, pero aquí recibieron un trato humano, garantizado no solo por los representantes de la Cruz Roja, sino por funcionarios gubernamentales.

Nuestros principios solidarios y humanistas permitieron ofrecer a esas personas todas las atenciones necesarias, desde asistencia médica hasta alojamiento temporal en varias instalaciones acondicionadas para ello.

Aquí no hubo agentes a caballos, ni violencia racista, sino comprensión y ayuda.

Hace unos días, en Naciones Unidas, el premier haitiano Ariel Henry, advirtió que la emigración no cesará mientras persistan las disparidades entre los países ricos y los pobres, como el suyo. Cuba sabe de eso y por eso comprende y ayuda.

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