La Habana, Cuba. – Colombia se alista para una larga, complicada, dura y a la vez esperanzadora carrera de cambio, luego del triunfo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, del candidato de la izquierda Gustavo Petro y su carismática vicepresidenta, la jurista afrodescendiente Francia Márquez.

Hay un primer gran giro: estos comicios marcaron el desbanque de los partidos conservador y liberal que acapararon la cruda historia política del país hasta el presente. Por demás, el apoyo de más del cincuenta por ciento de los asistentes a las urnas, en medio de presiones, campañas de descréditos y amenazas de la oligarquía asociada a Washington, indica que existe una fuerza popular en desarrollo en la sociedad colombiana capaz de hacerse decisoria en instantes cruciales, a la vez que cansada de ser objeto de burla.

Todo por mutar

La tarea que están por asumir Gustavo Petro y Francia Márquez es realmente titánica y prolongada.

Deben incidir en un país donde la violencia es una institución de poder en manos de oligarcas, represores, anti sociales y cómplices externos.

Por demás, tendrán que trabajar contra reloj para poner en marcha sus promesas electorales en materias tan complicadas en la escena colombiana como la economía, gobernabilidad, derechos humanos, relaciones externas, y deuda social, entre otras, y lo complicado es que no se trata de reformas o retoques, sino de derrumbar toda una estructura nacional vieja pero rencorosa y agresiva, que seguramente no cederá terreno sin intentar dislates, frenos y hasta actos de alta hostilidad para proteger sus privilegios y su impunidad implantadas a sangre y fuego por largos decenios.