Duque y Trump en la conjura contra Venezuela. Foto/Granma

La Habana, Cuba. – La crisis sanitaria global por la pandemia del nuevo coronavirus, tiene al mundo patas arriba, y en la región de las Américas, Colombia ha sido uno de los países más afectados.

Ahora los estragos de la epidemia ensombrecen una sociedad marcada por recurrentes reclamos de paz, justicia y reconciliación, y otros viejos males para los que parece no haber cura en el fiel aliado de Estados Unidos en Sudamérica.

Acaso más mortal que la Covid-19, el narcotráfico sigue siendo un estigma en Colombia, que impone nuevos récords como principal productor mundial de cocaína. A ello se suma la persecución y asesinato de líderes sociales y campesinos, un flagelo fuera de control, cuyo saldo de víctimas fatales en lo que va de año acapara la atención internacional y los titulares una semana sí y otra también.

Washington y Bogotá, jueces culpables

Recientemente, la administración Trump lanzó dardos envenenados contra autoridades de Venezuela por supuestos vínculos con el narcotráfico, y amenazó con invadir suelo bolivariano, bajo el pretexto de la lucha antidrogas.

La acción, que Caracas denunció como una nueva conjura golpista de Washington y sus aliados en la región, despierta las alarmas por el peligro que representa la frontera colombo-venezolana y el tradicional apego de Bogotá a los intereses del que se ha creído el sheriff del mundo.

Paradójicamente, mientras en el país sudamericano se disparan las cifras de producción de coca ilegal, en Estados Unidos sigue el consumo en aumento como principal receptor de la oferta colombiana.

En estos tiempos de coronavirus, no valen cortinas de humo para incursiones de falsa legitimidad en casa del vecino, cuando la guerra que se impone es por salvar la vida.