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La Habana, Cuba. – Hace hoy 65 años, Cuba perdía a uno de sus hijos más queridos.

El nombre de Camilo Cienfuegos Gorriarán fue haciéndose cercano cuando empezaron a trascender las cualidades de aquel joven habanero, hijo de inmigrantes españoles y aprendiz de sastre, que -como él dijo- fue a la Revolución consciente de que Cuba lo necesitaba.

Comprendió que la insurrección era entonces el único camino posible para conquistar la justicia social, los derechos soberanos y una tierra libre. Por eso fue uno de los expedicionarios del Granma, y en la Sierra Maestra ganó el grado de Comandante del Ejército Rebelde.

Fidel asignó a Camilo y al Che Guevara la misión estratégica de dirigir las columnas rebeldes que llevarían la guerra hasta occidente. En Yaguajay uno, y en Santa Clara el otro, fueron decisivos.

Y acompañaron a Fidel en su entrada victoriosa a La Habana.

Pensar siempre en Camilo

La Revolución hizo posible que Cuba conociera a Camilo Cienfuegos, aquel joven rebelde y patriota, de cálida sonrisa, barba tupida, respetado por su coraje en el combate, querido por su simpatía. «¿Voy bien, Camilo?, preguntó Fidel en un discurso. «Vas bien, Fidel», fue la respuesta a su lado.

El 26 de octubre de 1959, ante una imponente concentración popular frente al entonces Palacio Presidencial, Camilo pronunció su último y vibrante discurso.

Dos días después, tras desarticular un complot contrarrevolucionario en Camagüey, el pequeño avión en que regresaba a La Habana desapareció en el mar por el mal tiempo.

En simbólico tributo lanzaremos hoy flores al mar. En nombre de un pueblo en el que hay muchos Camilo, y -como pidió Fidel- piensa en él siempre que la Patria enfrenta una situación difícil o un momento de peligro.