La Habana, Cuba. – El presidente Joe Biden parece decidido a seguir «enturbiando el agua» antes de acabar su mandato en poco más de un mes.
Lejos de usar estos días para decisiones justas – pues no representan ya nada para el frustrado afán reeleccionario de su partido y mucho menos para él -, el mandatario estadounidense revuelve el lodo y adopta medidas que pueden desatar una Tercera Guerra Mundial con estallido en Europa; ampara que Israel viole el alto el fuego pactado con Hezbolá; sigue justificando la masacre sionista contra los palestinos, y ahora ha ido a Angola en busca de acuerdos que, según analistas, pretenden desplazar la presencia de China en África.
Presidente americano Joe Biden realiza em Angola a sua última visita de Estado https://t.co/vFe4AZjVss pic.twitter.com/zMIqxztdhs
— RFI Português (@RFI_Pt) December 2, 2024
Pero su decisión más reciente está relacionada con las sanciones, una política en la que el rey ha sido Donald Trump: Biden ha ratificado algo tan increíble como que la pequeña Nicaragua es una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Falacias reiteradas
La certificación de Nicaragua como una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior estadounidenses fue proclamada por Trump en 2018.
La misma sucia argucia que usó su predecesor Obama, tres años antes, contra Venezuela, y que Trump extendió. Los motivos son políticos y de un corte injerencista reiteradamente denunciado, pues las medidas coercitivas unilaterales contra ambos países – entre otros también sancionados – solo persiguen el cambio de sus regímenes.
Es la misma política aplicada contra Cuba hace más de 60 años con la imposición de la madeja de leyes que conforman el bloqueo, recrudecidas por la inclusión de la Isla en la falsa lista de países que promueven el terrorismo. Biden pudo excluirla. Todavía puede. Pero parece que prefiere seguir ensuciando su palmarés.