La Habana, Cuba. – Cierra el 2020 como un año duro y difícil en términos globales. Y ciertamente América Latina y el Caribe no han sido la excepción.

La pandemia de la Covid19 aún golpea a la mayoría de las naciones del mundo, y en especial a nuestra región, ya no solo como un agresor persistente, sino además como demostración de la incapacidad de gobiernos y administraciones neoliberales de enfrentar debidamente semejante desafío sanitario.

En nuestra área, por ejemplo, Brasil se apunta como uno de los territorios con cifras desbordadas de enfermos y muertos, bajo la presidencia de un reaccionario de la calaña de Jair Bolsonaro.

Mientras, otras agravadas lacras como la pobreza, el desempleo, la desaceleración económica y la violencia en todas sus manifestaciones, encuentran terreno fértil para crecer y martirizar.

Otros perfiles

Y justo el sufrimiento y el desengaño han sido factores importantes para poder mostrar otra faceta regional en el año que concluye. Se trata de la positiva vuelta al gobierno de los sectores progresistas anteriormente desplazados por golpes y maniobras derechistas y hegemonistas.

De hecho, ese retorno comienza a fortalecer organismos regionales claves como MERCOSUR o el ALBA, y a potenciar nuevamente las alianzas de raíz integradoras en un espacio necesitado de unidad estrecha para enfrentar los desafíos impuestos por sus grandes enemigos.

El retorno a Bolivia de una administración en manos del Movimiento al Socialismo es el más reciente ejemplo de que si los opresores todavía pueden darse ciertos lujos agresivos, ya no tienen que significar una eternización perniciosa e intocable.