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Voceros y medios informativos pueden decir lo que les parezca, y de hecho lo hacen, pero la realidad concreta es que el Mundo está como está, al borde del puro desastre, porque existen mecanismos oficiales que han obviado la razón en sus estándares de comportamiento.

Y  es que, por ejemplo, que a estas alturas Washington y el resto de la OTAN culpen a China de armar a Rusia en el conflicto militar que ellos mismos generaron en Ucrania durante años, o es una idiotez o simplemente un absoluto acto de deshonestidad y carencia de decoro.

Porque lo que sí no resulta una casualidad es que, desde hace largos decenios, el hegemonismo de factura gringa decretó que quien domine Eurasia domina el paneta, un designio obviamente imposible de materializar sin batir a Beijing y Moscú.

De lo evidente

Desde luego, China y Rusia saben lo que se les prepara del lado del titulado “Occidente colectivo” con jefatura norteamericana.

Así que más allá de declaraciones y propuestas equilibradas, trabajan a fondo de forma mancomunada para salvar el pellejo y propinarle una derrota de orden global a las apetencias hegemonistas.

A Moscú y Beiyíng les une la batalla por la supervivencia y la integridad propias, en consecuencia hay motivos de alta prioridad estratégica como para que no entren en el juego divisionista del enemigo.

Y es que los pretendidos teóricos que clamaron un día por poseer Eurasia, fueron claros además al advertir que la unidad ruso-china sería fatal para hacer realidad esos sueños de prepotencia.

De ahí que pídalo quien lo pida, recibirá apenas un gesto diplomático y nada de ruptura bilateral.

El gran bulo

Hay una realidad indiscutible. Y es que el arquitecto del desastre global radica en el Occidente, con liderazgo en Washington. Con el término de la Guerra Fría hubiese sido todo diferente si, como algunos pensaron, la cordura hubiese vuelto a las relaciones internacionales.

Pero para los poderes fácticos gringos aquella pretendida victoria fue apenas el escalón de partida para intentar imponer su dominio mundial totalitario.

Y aquellas prácticas chocaron con una creciente voluntad ajena capaz de socavar los designios de poder imperial absolutista de la recién estrenada y efímera primera potencia global.

China es hoy un coloso que Washington define, junto a Rusia, como sus rivales más formidables, y para su angustia, apuntan a seguirlo siendo cada vez más, y con mayor pujanza y razón.

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