Muchos y grandes fueron los amores de Martí, quien en días difíciles, tristes o felices siempre encontró momentos de sublime inspiración para el más puro de los sentimientos.
Su amada eterna, la Patria, supo de sus quebrantos, de su constante entrega. “Dolor de patria ese dolor se nombra /Cuerpo soy yo que ni orfandad paseo/ Reflejo, cárcel, vestidura, sombra/ de un alma esquiva fatigado arreo/”, escribió el Maestro, quien consideraba a la mujer como “la hermosura mayor que se conoce”.
Y esa admiración hacia ellas la volcó en su madre, hermanas y en la hermosa Blanca Montalvo, la joven de triste mirada que dejó en Aragón, cumplido su destierro en España.
También llegó a amar a María García Granados, la dulce Niña de Guatemala, pero ya estaba comprometido con la que fue su esposa.
Estrella más que fruto
A Carmen Zayas Bazán la conoció en México y pronto quedó prendado de la atractiva camagüeyana de voz suave y mimosa.
Casi enseguida el amor los fundió y terminaron casándose. Decía Martí que “el amor no es más que un modo de crecer”, e incontables son los pasajes, apuntes, frases, pensamientos, aforismos en los que hace referencia a ese sentimiento y a la mujer.
Incluso, muchos de sus apuntes personales no precisan fechas ni el lugar de su publicación. “Yo creo que sólo debe haber amor para la mujer. ¿Por qué no creer que en la mujer sólo debe haber amor?”, escribió este hombre paradigmático que fue Martí.
Consideraba a la mujer “belleza pictórica, más que un vaso bello, urna de placer, estrella más que fruto”. Miraba en su aspecto externo y en su generosidad interior “que con decoro, hasta las viejas son bonitas”, señalaba.
Desposado con la Patria
Nadie como Martí quiso y defendió tanto el amor y la libertad. Deportado por segunda vez a España, dio un adiós de contenida congoja a su esposa y a su hijito; también a sus padres y hermanas. Fue lo único que se llevó de ellos.
Su partida era su regalo a aquellos que amaba y lo amaban. Pero quería con locura a su Patria y ese sentimiento se materializó y estuvo presente en todos sus actos, desde muy temprana edad, cuando postuló que “la esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo”.
Su vocación por la independencia le acompañaría hasta su caída en combate. 17 pensamientos suyos, a saber, hacen mención a la mujer y al amor. Y por esa tierra continuó su batallar.
Estaba predestinado por la historia a desposarse con la Patria. Casi en vísperas de su muerte escribió: “el amor a la mujer y a la Patria, anima”.