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El Museo Nacional de Bellas Artes tiene su antecedente en la idea del afamado arquitecto Emilio Heredia Mora, quien hizo un llamado público en noviembre de 1910 en el diario «La Discusión», para recabar apoyo oficial de instituciones públicas y privadas con el fin de realizar el antiguo sueño de un museo.

Numerosas instituciones civiles y religiosas, artistas y coleccionistas, donaron, prestaron, depositaron o transfirieron lo que sería el núcleo inicial de sus colecciones, sin que se proyectaran líneas de colección ni se vislumbrara perfil museístico alguno.

La mayoría de los donativos era de carácter histórico, pero también tenían que  ver con la arqueología, etnografía, las artes, y el mobiliario, entre otras.

Entre las donaciones de entonces estuvo la de la Academia de Pintura de San Alejandro, que cediera parte de su Galería Didáctica con un núcleo importante de obras europeas.

Resguardo del patrimonio cubano

Gracias a las prestaciones públicas y la voluntad de Heredia, el Museo se inauguró oficialmente a finales de abril de 1913, teniendo su primera sede en una sección del edificio conocido como Antiguo Frontón, en la calle Concordia, esquina a Lucena.

Cuando fallece el arquitecto fundador, Heredia, es nombrado como director Antonio Rodríguez Morey, quien fungió como tal hasta su muerte en el 67, y dedicó su vida al Museo Nacional; hay pocas zonas del trabajo especializado de la institución que no recuerden sus desvelos por conservar el patrimonio.

Hoy, emplazado en el Palacio de Bellas Artes, es la institución que atesora, restaura, conserva, promueve e investiga las obras que forman parte del patrimonio plástico de Cuba.

Posee la más importante colección de Arte cubano existente, desde el siglo XVI hasta nuestros días.