La Habana, Cuba. – El 26 de Julio de 1953 se reanudó en Cuba la guerra necesaria que José Martí dejó inconclusa con el supremo sacrificio de su propia vida.

En el año del centenario del Apóstol de nuestra independencia, con su prédica como incentivo, un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro, se lanzó al asalto de la segunda fortaleza militar del país para llamar al levantamiento popular contra la tiranía batistiana, con una acción simultánea en Bayamo.

Imponderables condujeron al fracaso de la operación. El rastro de tortura y muerte fue espeluznante. Duro comienzo en el camino para la Revolución nacida de las entrañas del pueblo. Pero ni aquel revés la detuvo en su rumbo hacia la plena soberanía y la justicia social.

Fidel lo previó: lo más difícil no sería tomar el poder revolucionario, sino construir un país nuevo, una conciencia nueva.

Compromiso sagrado

La historia de Cuba cambió hace 68 años. La obra revolucionaria que aquel 26 de julio echó cimientos, creció, a pesar de múltiples adversidades y un costo elevado de sacrificios.

Fidel lo dijo: el asalto al Moncada fue el primero a una de tantas fortalezas que habrían de ser tomadas después, como el analfabetismo, el egoísmo, el subdesarrollo, las viejas ideas.

Y aún en estos tiempos hay que seguir sumando conquistas; son cruciales para preservar las esencias del socialismo en su versión cubana. Los desafíos son enormes.
Planes desestabilizadores están en marcha, cuando se juntan -en una tormenta perfecta- otra vuelta de tuerca al bloqueo estadounidense y los efectos de la pandemia sobre la economía, que agudizan tensiones políticas y sociales.

Hay que apelar a la sensatez, la inteligencia y la mesura, pero también al temple y la vergüenza.