Aproximadamente a las 2 y media de la tarde del 20 de octubre de 1948, Sabino Pupo Milián se acercó a su amigo Mundo Reyes y le dijo: “Oye, Mundo, vamos a sacar un ganado que la gente de la compañía echó dentro de las siembras de los campesinos”.

Ambos fueron a buscar a otros compañeros miembros de la Asociación Campesina de Santa Lucía en el barrio “Álvaro Reynoso”, de Nuevitas, Camagüey.

Resultó que la gente de la compañía eran unos 10 hombres armados. Minutos después, Sabino, que iba montado en su caballo, se detiene y dice: “Vamos a ver qué es lo que quiere esta gente”.

Al acercarse al grupo de matones, Manuel Leyva Rangel, administrador de tierras de la compañía, le disparó un tiro.

Honesto dirigente campesino

Herido mortalmente, los compañeros de Sabino Pupo intentaron agarrar al asesino para que no siguiera disparándole, mientras el resto de ellos se enfrentaba con palos y piedras a la pandilla.

Entretanto, Leyva le gritó al criminal Manuel Amparo Rojas, mayoral de la Compañía: “Ven, acaba de matar a este…”, lo que hizo disparándole un par de tiros para rematarlo.

Sabino Pupo llegó con su familia a la zona de Camalote en 1943, procedente de Las Tunas.

Allí organizó a los campesinos precaristas para enfrentar los desalojos de sus tierras realengas y resistió con el resto de los miembros de la Asociación Campesina que dirigía, las maniobras y amenazas que ponía en práctica la “Manatí Sugar Company” para expulsarlos de aquellas tierras y que encaminó su eliminación física.

 Dirigente nato

Según los compañeros de lucha y familiares, Sabino Pupo era uno de los más prestigiosos dirigentes campesinos de Camagüey en la década de los 40.

Valiente, incorruptible con sus principios, no se dejó sobornar jamás por las compañías reaccionarias yanquis.

Dotado de una inteligencia natural, a pesar de ser analfabeto, Sabino organizó e impulsó el enfrentamiento de casi mil campesinos contra las compañías latifundistas y geófagas hasta su muerte.

Dirigente nato, estuvo al frente de cientos de campesinos precaristas que con sus familias vivían y trabajaban unas cuatrocientas caballerías de los realengos, escenarios principales de las batallas clasistas de entonces.

Los asesinos de Sabino Pupo fueron absueltos de inmediato. A 70 años del crimen, la felicidad campesina es su homenaje.