Cuando buscamos un símbolo del amor solemos pensar en un niño armado con arco y flecha. Esa imagen corresponde al dios del amor en la mitología romana. Sus flechas representan el deseo y las emociones amorosas.

Lo cierto es que una de las celebraciones más populares del calendario es la del Día de los Enamorados o de San Valentín, erigido por la Iglesia como patrón de los enamorados. Se dice que para acabar con una festividad pagana de fertilidad en honor al dios Lupecus.

El día indicado por la festividad fue el 14 de febrero, fecha en la que millones de personas en el mundo demuestran el amor y  la amistad que sentimos por nuestros seres.

Leyendas y tradiciones intentan explicar este día tan especial, en la que San Valentín se erige como el patrón del amor por excelencia.

Entre Cupido y San Valentín

Flechados por Cupido, amantes surgen por doquier, “atrapados” por ese sentimiento que creemos hallado solo por nosotros, por la pareja elegida más allá de géneros, edades, credos, razas e ideología.

Del amor se “alimenta” el travieso Cupido, presto a condenar a enamorarse a cualquier mortal con sus flechas.

“El amor no puede crecer sin pasión”, le dijo el oráculo de Temis cuando Venus, la madre de Cupido, fue a verlo para saber por qué el niño no crecía como era de desear.

Pero a pesar de no saber si el tal Valentín era un santo o un sacerdote y de las tantas leyendas tejidas en torno a Cupido, lo más importante es la fecha del amor.

Esa que nos pone a soñar despiertos y nos hace felices por estar enamorados, lo que equivale a ir de la mano de Cupido y San Valentín.