Casi 600 años antes de que el alemán  Johannes Gutenberg se acreditara la invención de la imprenta, en China los monjes budistas usaban la xilografía para imprimir sobre hojas de papel de arroz.

En el siglo XI, mientras en Europa las Cruzadas se desangraban camino a Tierra Santa, en la actual ciudad china de Kaifeng, el plebeyo Bi Sheng se adelantó a todos y durante la dinastía Song Del Norte construyó una primera imprenta de tipos móviles, hechos con porcelana.

No se sabe mucho de aquel adelantado, ni de la influencia pública de ese invento, pero lo cierto es que la literatura, y en especial la poesía y la filosofía, ocuparon un lugar especial en esa sociedad. Se calcula que hasta el siglo XVII se habían producido en China más textos escritos que en el resto del mundo. Imagínese entonces cómo serán las cosas hoy

Una potencia en ascenso

Más de tres décadas después de iniciar una profunda reforma económica, China exhibe indicadores envidiables que la han convertido en una admirada potencia, aún en ascenso.

El pasado año, la economía de esa gigantesca nación creció en casi 7 puntos porcentuales. La actual expansión económica tiene expresión en el ambicioso proyecto del Cinturón y Ruta de la Seda, una especie de globalización a la china basada en el principio colectivo de ganar-ganar.

En el ámbito político, todos miran con respeto hacia Beijing que se ha convertido en un importante actor internacional. Ahora, la presencia en La Habana de una nutrida delegación china para la Feria Internacional del Libro nos recuerda que ese país ha transitado un camino milenario que lo ha llevado, desde la imprenta primitiva, a la conquista hoy del espacio cósmico.