La VIII Cumbre de Las Américas, que concluye en Perú, no ha transitado por aguas mansas. El innegable esfuerzo organizativo de los peruanos se ha ido a pique ante los traspiés políticos de una cita que forma parte de un mecanismo parido del interés de Estados Unidos por conjurar otros procesos integracionistas regionales.

El primer problema ha sido retirarle la invitación a Venezuela y excluirla de una reunión en la que se proclama la tolerancia y el diálogo. No se esconde el sesgo político de esa exclusión que busca aislar a la Revolución Bolivariana, un asunto que rechazan algunos países.

Otros, juramentados en una oscura coalición que ya se sabe quién dirige, le hacen el juego a Washington para destruir al chavismo, un ataque que por carambola implica NO solo a Cuba, sino a todos los gobiernos y movimientos populares de la región.

Un mal chiste

Parece un chiste que la VIII Cumbre de Las Américas tenga como tema principal La Gobernabilidad democrática frente a la corrupción. En ese país andino, los últimos cinco presidentes han estado implicados en procesos por corrupción que incluso han llevado a algunos tras las rejas.

Apenas un mes antes de que se iniciara la cita, Pedro Pablo Kuczinsky tuvo que salir de la llamada Casa de Pizarro, la sede del gobierno peruano.  Claro que ahora algunos tratan de presentar esa renuncia como un éxito de la democracia representativa y soslayan el hecho de que solo es una evidencia de que la corrupción ha hecho metástasis en los cuerpos políticos y gubernamentales de Latinoamérica.

La VIII cita hemisférica solo va a aquedar en el plano discursivo y no va a resolver nada, porque es muy difícil salir del abismo para llegar a la Cumbre.

Desde Lima reportó Raúl Menchaca, enviado especial

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