La Habana, Cuba. – Aunque popularizada en América y Europa como mero símbolo sexual, la danza árabe, una de las más antiguas de la humanidad, es un canto a la naturaleza y una fiesta de celebración por nuestro ser.

Sus orígenes se ubican en Mesopotamia, cuna de civilizaciones, ligados al culto religioso y a rituales de pubertad y fertilidad protagonizados por mujeres.

De esa forma se expandió por todo el Oriente Medio, transmitida ininterrumpidamente de generación en generación, siendo solo restringida por la llegada del Islam.

En 1798, Napoleón Bonaparte la descubre durante su expedición militar a Egipto y Siria, y tras denominarla danza del vientre, la lleva al otro lado del mundo, donde asume elementos occidentales como el vestuario de dos piezas, proveniente del ballet clásico fundamentalmente.

Tendencias y significados

Más allá de los estilos de cada cultura, la danza es un medio poderoso de crecimiento personal.

En árabe, proveniente del término RAQS, significa celebrar y se expresa a través del Raqs Al-Baladi, cuando vibra más la parte baja del cuerpo, con ondulaciones y rotaciones de las caderas; y del Raqs Al-Sharqui, cuando la ejecutante manifiesta las emociones que el laúd y la flauta árabe le despiertan.

Se trata de un baile de poder que sirve como vía de autoexpresión y búsqueda interna.

En la sociedad actual, la danza árabe constituye un buen ejercicio cardiovascular, que mejora la flexibilidad y la fuerza, además de eliminar tensiones y armonizar la energía; mientras que a las embarazadas, las ayuda a preparar el vientre para antes y después del parto.

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