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El 15 de abril de 1961 amaneció muy agradable y nada hacía suponer que ese día nuestro pueblo tendría que demostrar su grandeza ante la agresión del imperio más poderoso del mundo.

Los aeropuertos habaneros de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, y el de Santiago de Cuba, fueron bombardeados por aviones guiados por mercenarios que obedecían órdenes del amo yanqui.

Ese era el preludio de una gran invasión organizada, financiada y dirigida por el gobierno de Estados Unidos, que dos días después se materializaría en un desembarco por Playa Girón.

Ese era el modo que tenían los poderosos de atacar a la Revolución, que había entregado las armas al pueblo y así le permitía reafirmar su decisión de dar hasta la última gota de sangre por defender sus más valiosos ideales.

Una Revolución de los humildes

El 16 de abril de 1961, el pueblo reunido junto al cementerio de Colón fue al sepelio de las víctimas del bombardeo realizado el día anterior.

El Comandante en Jefe Fidel Castro proclamó el carácter Socialista de la Revolución y la indoblegable posición de Cuba cuando dijo: Aquí, junto a los restos de los jóvenes heroicos, hijos de obreros e hijos de humildes, refirmaremos nuestra decisión de que igual que ellos pusieron su pecho a las balas, al igual que ellos dieron su vida, vengan cuando vengan los mercenarios, todos nosotros, orgullosos de nuestra Revolución, orgullosos de defender esta Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, no vacilaremos, frente a quienes sean, en defenderla hasta nuestra última gota de sangre.

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