La Habana, Cuba. – Las acciones ejecutadas por el Directorio Revolucionario el 13 de marzo de 1957 no alcanzaron los objetivos trazados: descabezar al régimen tiránico de Fulgencio Batista, pertrecharse de armas, y sublevar y tomar la capital con el esfuerzo de aquellos que decidieran sumarse al empeño.

No obstante el fracaso militar, los hechos de ese día lanzaron una clarinada. Había cubanos, no ya en la Sierra Maestra, sino en La Habana, muy cerca de la madriguera, dispuestos a impedir que la bestia continuara ensangrentando a Cuba.

El 13 de marzo se unieron dos generaciones: la del 30 y la del Centenario del Apóstol. Los 50 hombres que atacaron el Palacio Presidencial no toparon con el tirano. Pero el aldabonazo estaba planteado.

Veintiún meses después le llegaría la hora, y aunque nuevamente escapó, ya Cuba plantaba cara a su destino de dignidad y justicia.

Camino a la redención

La otra acción asociada a los hechos del 13 de marzo, fue la toma de Radio Reloj. De esa operación se encargó José Antonio Echeverría. El objetivo: informar y concitar al combate. A las 3 y 21 minutos de la tarde, estaba José Antonio frente a los micrófonos, y se escuchó su voz enérgica.

Cuando le informan que a la planta la habían sacado del aire, decide la retirada en dirección de la Universidad. José Antonio salva las pocas cuadras desde CMQ a la casa de altos estudios.

A un costado de la Universidad topa con un patrullero de la dictadura. Intercambia disparos y una ráfaga lo fulmina. La sangre corre por la acera, en pendiente. Mostrando el camino de la libertad.

No en balde, cada vez que la rebeldía estudiantil se desbordaba, lo hacía bajando la colina. Al caer en combate, la sangre de José Antonio trazó ese trayecto: bajaba la colina, en busca de la redención.