La Habana, Cuba. – Esas construcciones redundantes en las que se repite la idea expresada en el verbo, son admisibles en la lengua oral cuando manifiestan un estado de ánimo exaltado del hablante, que muchas veces se refuerza con un gesto.
La redundancia o pleonasmo se produce en estos casos por insistir en el sentido de dirección hacia el cual apunta el verbo.
Generalmente, tales redundancias expresan mandato, de donde se desprende el tono enfático o autoritario con que se emiten y el estado anímico alterado que les acompaña, de lo cual se deduce que quien las dice no está consciente del pensamiento lógico de su discurso.
A veces el verbo es también modificado, pues tratándose de un monosílabo se refuerza su énfasis con una sílaba más: SALE de ahí, en lugar de SAL de ahí.
Pleonasmos sutiles
La redundancia no es siempre tan evidente como las que vimos en el minuto anterior. Muchas veces, sin darnos cuenta, incurrimos en repeticiones que pasan por alto en la expresión oral y que, en última instancia, sólo afectan la síntesis o el resumen en la lengua escrita.
“Me duelen todos los huesos del cuerpo”, dice un personaje, y uno se pregunta: ¿a cuáles huesos puede referirse el hablante, sino precisamente a los de su cuerpo?… “Le sacaron una espina que tenía enterrada en la carne hace una semana” –dice otro.
Lo primero que habría que señalar es que las espinas se encarnan, porque se introducen en la carne, pues de enterrarse lo harían bajo la tierra.
Claro que estas redundancias no son para perder el sueño ni intentar preciosismos lingüísticos, sino para verlas como curiosidad.