Por: Joel García

Aunque la ciudad original para organizar los terceros Juegos Panamericanos era Cleveland, una negativa del Congreso de Estados Unidos en la entrega de recursos para el evento obligó a que Chicago asumiera esa responsabilidad en 1959.

El número de participantes disminuyó hasta poco más de 2 mil, pero los países llegaron a 24. Por última vez se aceptó la inscripción de 3 deportistas de un mismo país por eventos, lo cual fue aprobado por la mayoría para evitar que una misma nación colmara todos los escalones del podio.

Entre los hechos más sobresalientes estuvieron, sin duda, la implantación masiva de récords en atletismo y natación.

El brasileño Ferreira da Silva llegó a su tercera corona consecutiva en triple salto y se convirtió en el rey de su especialidad en citas multideportivas.

Los Juegos en etapa revolucionaria

Con una delegación mejor atendida por parte del gobierno que en anteriores ediciones, Cuba acudió a la tercera edición de los Juegos Panamericanos luego de 7 meses del triunfo de la Revolución en 1959.

Las 10 preseas alcanzadas por esa comitiva permitieron avanzar un escalón en la tabla de medallas respecto a la versión precedente, pero lo mejor estaba por llegar años más tarde.

Otra vez en el atletismo, Berta Díaz repitió el triunfo en los 80 metros con vallas, mientras el pesista Juan Torres aportó la segunda dorada. Sin embargo, lo que más impresionó de Cuba fue el bólido Enrique Figuerola, bronce en los 100 metros, quien pocos años después se convertiría en una referencia mundial del atletismo.

La próxima edición de los Juegos regresaría a Sudamérica, Brasil, en 1963.