La Habana, Cuba. – Un yate surca sigiloso las aguas del río Tuxpan, al oeste de la península de Yucatán, cerca de las 2 de la madrugada del domingo 25 de noviembre de 1956.

A pesar de ser una embarcación de recreo, los tripulantes a bordo no son vacacionistas ni su propósito consiste en la diversión o el placer. Son 82 expedicionarios, encabezados por su líder, Fidel Castro Ruz, dispuestos a dejar la piel en el intento para cortar de una vez la ignominia de la tiranía batistiana.

El pequeño barco navega a media máquina, con las luces apagadas para burlar la vigilancia de la policía mexicana, del F.B.I y de los agentes de Batista.

Son 11 kilómetros hasta la desembocadura del río; allí deben burlar el obstáculo de un puesto de la marina mexicana, y enfilar proa hacia la isla grande del Caribe: rumbo a la libertad.

Navegando la libertad

El yate Granma debía llegar a las costas del oriente cubano el 30 de noviembre, coincidiendo con el levantamiento armado en Santiago de Cuba.

El acuerdo con el jefe del levantamiento, Frank País, consistía en llamar la atención de la tiranía mientras los expedicionarios desembarcaban. Pero el mar Caribe, siempre rebelde, no permitió la sincronización de acciones; el mal tiempo y las roturas constantes de la embarcación, impidieron lograr ese objetivo.

Siete días después de haber abandonado México, los 82 expedicionarios desembarcaban el 2 de diciembre por playa Las Coloradas, cerca de Niquero. El viaje, sin embargo, se prolongaría en el tiempo.

Solo significaba el comienzo de una travesía para devolver la esperanza al pueblo cubano. Más tarde, el yate Granma se agrandaría como símbolo para dar cabida a todo el pueblo de Cuba, anclado en el mar Caribe y eterno navegante de la libertad.

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